viernes, 8 de enero de 2021

LA GRAN BATALLA - Cuento fantástico


Nunca fue fácil sobrevivir en el planeta Tierra. Los afanes imperialistas de las grandes potencias, los reiterados intentos de dominio de una raza sobre las otras y la búsqueda incesante de predominio de añejas dinastías, fueron lacras ideológicas que pulularon a lo largo de la historia del hombre.

En el año Sexto de la Vigésimo Segunda Centuria, una época de cambios caóticos y trascendentales (hasta la forma de datar el tiempo era ya distinta).


Yo, Voodrow K., un simple obrero entre millones en New Reality - megapolio dedicado a la fabricación y comercialización de robots y androciborgs - pasé los años de mi juventud dudando de poder subsistir en una sociedad infestada de seres extraños, donde las IAs florecían a pasos agigantados.

Hechos que dieron rumbo a la historia en otras épocas, como la devastación del Continente Americano durante La Conquista, la rapiña y la esclavización de los pueblos africanos a manos de voraces colonizadores, la Revolución Francesa, la Segunda Guerra Mundial, todos los añejos males causados y padecidos por la raza humana a lo largo del tiempo… en la época que a mí me tocó vivir estaban alcanzando un límite inimaginable.

Existían ya nuevas formas de esclavitud, motivos distintos de división, métodos inéditos para provocar odio y derramar sangre, pero al fin el resultado era el mismo: la raza humana enfrascada en una lucha constante y sin cuartel por la supremacía.

En los albores del nuevo Siglo, El Batallón de los Clonados había llegado a ser el clan más poderoso por su capacidad de multiplicarse en los laboratorios, con el añadido de que cada nuevo espécimen nacía con una doctrina ideológica implantada en sus genes.


Era como sacar copias de uno mismo para formar un ejército de iguales, con idénticos impulsos, y trayendo en la mente ideas y propósitos predeterminados. Su característica más importante consistía en identificar como enemigos a los especímenes de cualquier naturaleza distinta a la propia.

New Reality fue en el principio una factoría fundada por los Clonados para proveerse de servidores y esclavos en todo el mundo – más resistentes y duraderos que los humanos comunes -, y se escindió más tarde, cuando los robots declararon la guerra a sus creadores.

Las Máquinas Pensantes (como solíamos llamarlos) se habían fortalecido después, apropiándose de esclavos humanos, y eran los oponentes más fuertes y encarnizados del Batallón de Los Clonados.

Iniciaba así una lucha de poder a poder entre dos fuerzas demoledoras, sustentadas una en el conocimiento científico y la otra en el avance tecnológico. Otros grupos, como el de Los Injertados, o el de los simples humanos (destinados, como yo, a labores de servidumbre), estábamos lejos de poder competir. Al menos en apariencia.

Los Injertados eran manipulables, pues se les implantaban chips que contenían información neuronal preestablecida. Los humanos teníamos dos ventajas sobre ellos: éramos la única entidad de pensamiento autónomo del planeta, y (lo más importante) los dos gigantes no se cuidaban de nosotros.


Décadas de dominio los hacían sentirse seguros de su poderío. Los líderes de Las Máquinas Pensantes, fabricados en serie como sus mismas creaciones, subestimaban el potencial  humano; creían tenerlo todo bajo control y no se dieron cuenta de que planeábamos una rebelión…

Habíamos acumulado pertrechos y armamento en secreto durante años y nuestra organización y disciplina nos condujo a asestarles un único golpe de muerte en la misma cúpula de su dominio. Cuando prendió la mecha, el factor sorpresa estuvo de nuestro lado.

Fue como cortar de un solo tajo la cabeza de un monstruo temible y feroz, sin darle tiempo de contraatacar. Y cuando nos hicimos del control de New Reality sin excesivo derramamiento de sangre, Los Clonados comenzaron a preocuparse.

Sabían que nuestro siguiente paso sería rediseñar a los androides, para hacer que volviesen a ser simples máquinas a nuestro servicio, como lo habían sido en sus orígenes. En tal escenario tendría lugar una guerra encarnizada entre dos especies con propósitos muy distintos: la nuestra, determinada a luchar por su supervivencia y su legítimo derecho a la libertad, y la de los clones, deseosa de dominar el planeta y sojuzgar a los que consideraban más débiles, para su único beneficio.


Reflexionaba en todo esto en la víspera de la batalla decisiva para el destino de la raza humana, mientras recorría en solitario las instalaciones del complejo para constatar la hermeticidad del área donde manteníamos prisioneros a los robots y a los androciborg.

El Servidor Central se hallaba desactivado, más no me confiaba. Deseaba finiquitar cuanto antes la contienda para proceder a reprogramar las antiguas creaciones humanas y lamenté no poder servirnos de ellas para enfrentar a nuestro mayor enemigo...

Al terminar el recorrido se reavivó mi confianza en conseguir la victoria. Imaginé que New Reality sería el asiento de una naciente civilización, y que daría paso a una realidad distinta para la doliente humanidad, fustigada por la adversidad y el dolor al paso de los Siglos.

Sopesé mi arma de mira ultra láser con un suspiro cargado de tensión, luego ajusté los controles y consulté la hora. Era tarde y debía ir a dormir; necesitaba estar descansado y fresco para enfrentar el momento crucial, como líder de los humanos.

Resignado a la espera, oprimí la tecla Escape… la pantalla parpadeó y se oscureció enseguida.

Entonces me puse de pie, tras leer el conocido mensaje de dos palabras: Game Over.

“Mañana voy a lograrlo – me dije –, he subido de nivel y ya estoy listo para La Gran Batalla… ¡¡aauuummm!!”






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